Cuando, hace ahora setenta años, Mao Zedong proclamaba la República Popular China, el mundo asistió a un acontecimiento que, como la revolución bolchevique, iba a cambiar el curso de la historia humana. El país más poblado de la tierra (esquilmado y humillado durante décadas por el imperialismo occidental que llegó a imponer las cadenas del opio y la droga, a apoderarse de ciudades, a cañonear barrios y ciudades chinas en matanzas infames, a implantar concesiones y tratar a los ciudadanos chinos como perros) se ponía en pie gracias a la revolución, una victoriosa revolución que empezaba a caminar en 1949 en nombre del socialismo y del comunismo.
La China que surgía del miedo, que escapaba de la servidumbre, del ciego nacionalismo de gobernantes conservadores, de la represión política que asesinó a decenas de miles de militantes comunistas, del imperialismo occidental, de las masacres de la Segunda Guerra Mundial donde perecieron veinte millones de ciudadanos chinos, era un país que había protagonizado una epopeya que cruzó los días oscuros del Kuomintang, de la guerra civil con Chiang Kaishek, de la esforzada Larga Marcha desde 1934, de la invasión japonesa que, a semejanza de los nazis, hirió a China hasta la derrota nipona, y, de nuevo, de la guerra con el nacionalismo, y que culmina ese día de octubre de 1949, en que Mao Zedong inauguró el futuro del país y de buena parte de la humanidad en la plaza de Tiananmen.
Desde entonces, aquella China que, en 1949, tenía más del ochenta por ciento de su población analfabeta, que padeció hambrunas apocalípticas y era uno de los países más pobres del mundo, se ha convertido en una de las principales potencias del planeta. En esas siete décadas, China ha pasado por momentos difíciles, ha sorteado duras pruebas, ha ejercitado la paciencia y trabajado sin descanso para conseguir una vida digna. El socialismo ha sacado de la pobreza a más de ochocientos millones de seres humanos, ha desarrollado el país, ha sido capaz de ponerse a la cabeza del mundo en muchos ámbitos, desde la ingeniería a la robótica, desde las energías renovables a las redes móviles, desde los automóviles eléctricos, a aplicaciones aeroespaciales y microchips, ya ha sido capaz de lanzar la única iniciativa de cooperación pacífica que abarca a todo el planeta: la nueva ruta de la seda. Para su desarrollo, China ha suscrito ya 143 convenios de cooperación con 122 países en esa Belt and Road Initiative: muchos países de todos los continentes se miran en el espejo chino. Mientras Estados Unidos impulsa una agresiva política exterior e impone al mundo expolio y destrucción, que se resumen en las más de quince guerras que Washington ha iniciado en los últimos treinta años, China, en ese mismo período, no ha iniciado ni participado en ninguna guerra.
La niña que cantó el 1 de octubre de 2019 en la tribuna de la plaza de Tiananmen, en la gran ceremonia de Pekín, era el nuevo rostro de China, la voz que revelaba la sencillez y el orgullo del pueblo, el esfuerzo y el trabajo de mil cuatrocientos millones de ciudadanos chinos que afrontan el futuro con confianza.
El Partido Comunista de España se congratula por el septuagésimo aniversario de la República Popular, siente como suyos los éxitos del socialismo chino y hace llegar un emocionado saludo a sus camaradas del Partido Comunista Chino, y a toda la gran nación china, a quien queremos acompañar en el empeño por el triunfo del socialismo en el mundo, en la seguridad de que los días que vendrán nos encontrarán en las mismas filas de la lucha contra el imperialismo y contra quienes esquilman la tierra y la condenan a la destrucción, nos hallarán en el mismo combate por la paz, la libertad, el progreso y el socialismo.