La reciente declaración de Estados Unidos sobre las aguas del Mar de China Meridional, rompiendo sus anteriores compromisos de no intervenir en las diferencias entre los países de la región y atribuyéndose tutelas jurídicas y funciones que no le corresponden, señala una nueva iniciativa del gobierno de Trump que agrava, innecesariamente, la difícil relación entre Pekín y Washington.
Estados Unidos desarrolla desde hace meses una deliberada e irresponsable campaña destinada a aumentar la tensión internacional y abrir nuevas disputas: su gobierno ha decidido cerrar el consulado chino en Houston (en una clara violación de los acuerdos consulares entre los dos países y del derecho internacional), impulsa la persecución y el acoso contra compañías tecnológicas chinas, forzando a sus propios aliados a adoptar medidas semejantes, y ha llegado a acusar públicamente a China de realizar actividades de espionaje e incluso de intentar robar información relacionada con posibles vacunas para la Covid-19. Esas decisiones han ido acompañadas de las grotescas acusaciones del secretario de Estado, Mike Pompeo, sobre el supuesto peligro para el mundo que representa el Partido Comunista de China; de la venta de armas norteamericanas a Taiwán, de nuevas acusaciones e informaciones falsas sobre Xinjiang, de absurdas imputaciones sobre la supuesta responsabilidad china en la pandemia del nuevo coronavirus, y de su persistente intromisión en los asuntos de Hong-Kong y la guerra comercial desatada por Donald Trump.
Esos inamistosos gestos acompañan a la nueva posición de Estados Unidos declarando “ilegales” las reclamaciones chinas sobre el Mar de China Meridional. Tras todo ello, es evidente el empeño de Estados Unidos de desprestigiar a China, de dificultar su desarrollo y de intentar imponer al mundo su propia hegemonía, al margen de los legítimos intereses de otros países.
Así, cobra todo su sentido que el 13 de julio Estados Unidos, sin ningún derecho jurídico, declarase como “ilegales” las reclamaciones de soberanía de China sobre ese mar, y que en los últimos días haya forzado también a Australia a compartir su pronunciamiento, que probablemente seguirán otros aliados de Washington. No deja de sorprender por ello que Estados Unidos quiera convertirse en paladín de la defensa del derecho internacional, a la vista de sus reiteradas intromisiones en asuntos internos de otros países, que han desatado incluso guerras y agresiones militares.
El Partido Comunista de España considera que las diferencias entre los países ribereños del Mar de China Meridional deben resolverse en conversaciones diplomáticas, y que los acuerdos que puedan derivarse de ellas entre China y los países de la ASEAN interesados en la cuestión deben contribuir a la paz y la estabilidad. La intromisión de Estados Unidos en la región y en el Mar de China Meridional organizando patrullajes de sus buques de guerra con el pretexto de mantener la “libertad de navegación”, cuando ni siquiera ha suscrito la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, es apenas el velo con que cubre su propósito de introducir discordias y azuzar disputas en el Mar de China Meridional, con el evidente objetivo de crear problemas a Pekín y fomentar la hostilidad de los países de la zona.
El Partido Comunista de España denuncia la abusiva e inadmisible intromisión de Estados Unidos en esa cuestión, y considera que el propósito principal de los países interesados ha de ser mantener la paz y la estabilidad en esa región, a lo que deberían contribuir España y la Unión Europea fomentando la negociación entre las partes para resolver las diferencias, que debería ir acompañada de la renuncia de Estados Unidos (que ni siquiera dispone de reclamaciones en la zona) a interferir en la región y a incrementar la tensión internacional.