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¡Biden, manos fuera de Cuba! Solidaridad contra el bloqueo y el acoso imperialista
July 22, 2021

El bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos ha causado enormes daños a la economía del país y sufrimiento a la población cubana. En Cuba hay escasez. Faltan medicamentos, jeringillas, gasolina, productos de primera necesidad, se precisan más alimentos, el pueblo cubano tienen que vivir con las libretas de racionamiento y soportar las serias deficiencias en el suministro eléctrico, que son una dura realidad para todos, dificultades que la pandemia ha agravado.

Pero esas circunstancias no son consecuencia de la revolución y del socialismo, sino del acoso, el bloqueo y los planes para volver a imponer en Cuba un régimen tributario de Estados Unidos: baste señalar que el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington ha causado pérdidas a Cuba que se elevan a 144.413 millones de dólares a precios corrientes (casi 900.000 millones de dólares desde su aplicación en 1962); que en 2020 se superaron por primera vez los 5.000 millones de dólares anuales de pérdidas que ocasiona el embargo y que, con la Ley Helms-Burton, Wahington impone incluso sanciones a empresas de otros países que comercien con Cuba. Díaz-Canel ha denunciado las 243 medidas contra Cuba aprobadas por Estados Unidos, aumentadas por otras decenas de disposiciones durante la pandemia, en un miserable ejercicio de acoso y de deliberada intención de causar sufrimiento entre la población cubana.

Esa agresión ha hecho que el mundo, de manera unánime, haya exigido el levantamiento del bloqueo: 184 países de los 193 representados en la ONU lo hicieron este año, y solo Estados Unidos e Israel votaron en contra. Pese a ello, la revolución ha asegurado una vida tranquila y digna, eliminó el analfabetismo, asegura educación universal gratuita, servicios médicos para todo el pueblo, es el único país de América que ha eliminado la desnutrición infantil. De los millones de niños que duermen en las calles en el mundo, ninguno es cubano. Volver a la dependencia estadounidense sería llevar a Cuba el drama y la desesperación de Haití, las matanzas de Colombia, los ladrones de Miami, la delincuencia que asola a tantos países de América.

La infame campaña lanzada contra Cuba ha hecho circular mentiras reproducidas miles de veces en redes sociales y en medios de comunicación. Aparecieron listas de supuestos detenidos que nunca fueron apresados, surgieron exigencias de corredores "humanitarios", difundieron rumores en redes sociales afirmando que estaban a punto de llegar tropas a Cuba enviadas por Estados Unidos, y que grupos armados enrolados desde Miami se dirigían hacia La Habana, todo con el objetivo de estimular la protesta, la confusión y un levantamiento contra el gobierno: se pretendía crear una situación de caos que justificara una intervención exterior. El resultado está a la vista del mundo: llamamientos al odio, compra de voluntades, el asalto a tiendas, el estímulo al saqueo y el robo, a la destrucción de propiedades públicas, como se hizo en el ataque al hospital pediátrico de Cárdenas, la difusión de imágenes manipuladas, y de fotografías de manifestaciones en El Cairo, Miami, Barcelona, Buenos Aires, lanzadas como si fueran masivas protestas en Cuba, para hacer ingobernable al país, para vender al mundo que la población cubana se había levantado contra el gobierno de Díaz-Canel. Quienes protagonizaron esos desmanes en distintas poblaciones cubanas no eran todos delincuentes o pícaros, pero se dejaron arrastrar por el odio, se hicieron cómplices irresponsables de los caudillos de la guerra del Departamento de Estado y el Pentágono, que además de alentar el rencor lanzaron ataques cibernéticos contra ministerios y contra órganos de prensa cubanos. Incluso, hicieron circular el rumor de que Raúl Castro había huido del país, y que el gobierno de Díaz-Canel preparaba su exilio en Sudáfrica.

Navegando sobre la mentira y el deseo de protagonizar el expolio, los grupos organizados en Miami, los plutócratas del exilio que acarician la idea de apoderarse de nuevo de Cuba, esperaban el desenlace del plan de Washington, porque Estados Unidos siempre tiene preparados operativos de ocupación militar.

Estados Unidos aprobó un plan perfectamente coordinado para crear el caos en Cuba: se trata de estimular el descontento, de utilizar incluso el cansancio causado por el bloqueo entre los partidarios de la revolución. Washington pretende crear una situación angustiosa, para provocar un estallido popular; quiere imponer el hambre para forzar a Cuba a convertirse de nuevo en el casino y el lupanar de los Estados Unidos, impasibles al sufrimiento que pueden causar, porque los gobiernos de Washington, ayer con Trump y hoy con Biden, mientras asisten indiferentes a la dramática situación en Haití o a la actuación de los escuadrones de la muerte en Colombia, señalan con insistencia las carencias de Cuba. Planes similares prepararon las agresiones norteamericanas en Libia o Siria, el golpe de estado del Maidán en Ucrania, el intento de desestabilización en Bielorrusia, o urdieron directamente sanguinarias intervenciones militares como las de Afganistán o Iraq, donde Estados Unidos ha causado centenares de miles de muertos. Todas las supuestas "intervenciones humanitarias" de Estados Unidos han terminado en un espeluznante escenario de horror y muerte.

Las acusaciones sobre desaparecidos, torturas, represión policial, fueron utilizadas, sin pruebas: los escenarios habituales en tantas protestas en países de América Latina controlados por el gobierno estadounidense, y en los propios Estados Unidos, se lanzan ahora contra Cuba. No ha habido ni una sola denuncia por desapariciones en el país, y cualquier detención en Cuba tiene todas las garantías jurídicas, dispone el conocimiento de los familiares y la ubicación de cualquier detenido. En Cuba no hay asesinados ni desaparecidos, pero la verdad no importa en Washington, porque viven en la mentira y la extorsión.

Que Estados Unidos, la nación que más sufrimiento y muerte ha causado en el mundo en las últimas décadas, provocando guerras y arrasando países, se atribuya la función de defensor de los derechos humanos, es una muestra de la doblez y el cinismo que siempre ha presidido su política exterior. La hipocresía de Biden declarando "estado fallido" a Cuba, cuando sabe que pese a todas las dificultades económicas la revolución ha conseguido que el país no tenga niños desnutridos y que todos acudan a la escuela, a diferencia del resto de países de América, incluidos los Estados Unidos; cuando es perfectamente consciente de que Cuba que no tiene los elevados índices de criminalidad y homicidios que se dan en todo el continente, mientras se pretende hacer olvidar la sistemática represión policial en Estados Unidos, que mata personas a balazos cada día en las calles del país, se señala con el dedo a Cuba; esa hipocresía viste de andrajos la dignidad de Estados Unidos.

La grosera injerencia estadounidense ha recibido la comprensión de la Unión Europea, que justificó las protestas atribuyéndolas al descontento sin la menor referencia al bloqueo y a la responsabilidad estadounidense en su plan para crear el caos en Cuba. La Unión Europea sabe pedir al gobierno cubano que "escuche a la población", pero no sabe requerir a Estados Unidos el fin del acoso. Estados Unidos ha recibido también el apoyo de los halcones de la OTAN, la ayuda de la OEA, que por boca de Almagro llegó a mentir sin escrúpulos sobre la supuesta represión en Cuba, y de siniestros personajes como el presidente colombiano Duque. Mientras, el poderoso consorcio informativo estadounidense retira de la circulación en los grandes canales el drama en Colombia, donde cada día aparecen cadáveres de dirigentes sociales y sindicales asesinados, sin que esas organizaciones se conmuevan.

Porque quien viola los derechos humanos no es el gobierno de La Habana, sino el innoble bloqueo de Estados Unidos, que organiza golpes de Estado en Bolivia contra el presidente Evo Morales, impulsa desalojos ilegales a gobiernos como el Dilma Rousseff en Brasil y sostiene a gobiernos sanguinarios como el de Colombia.

Por su parte, España debería contribuir a la solidaridad con el pueblo cubano. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, aunque rechazó las injerencias en Cuba, se permitió considerar que el país "no es una democracia", y el ministro de Asuntos Exteriores, Albares, achacó las protestas a la pandemia y a la drástica reducción del turismo, sin hacer la menor referencia al bloqueo estadounidense. El gobierno español no debería sumarse al coro de halcones del imperio que desde Washington y Bruselas persigue el derrocamiento del gobierno cubano; debería comprometerse a impulsar medidas de ayuda para paliar la escasez en Cuba, y sobre todo debería contribuir al levantamiento del embargo, impulsando en la Unión Europea gestos de amistad y solidaridad con un país que sufre uno de los bloqueos más duros de la historia.

Sabemos que el corazón de la bestia fascista rebosa odio, y que la "intervención humanitaria" que los enemigos de Cuba reclaman es un llamamiento a las botas de los marines y a los bombardeos que asolaron Granada, Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Siria, Libia y tantos otros países. Porque este plan contra la revolución cubana ha fracasado, pero vendrán otros, y los amigos de Cuba y su revolución deben estar preparados.

El Partido Comunista de España saluda un nuevo aniversario del Movimiento 26 de julio que lanzó Fidel Castro para acabar con la tiranía, y llama a los militantes comunistas, a los trabajadores españoles, a los sindicatos, a los amigos de Cuba, a nutrir las manifestaciones de solidaridad que se han convocado en toda España.

Proclamamos nuestra solidaridad con el Partido Comunista de Cuba, con el gobierno de Díaz-Canel, con la revolución y el socialismo y con todas las cubanas y los cubanos que siguen resistiendo después de seis décadas del bloqueo más miserable de los tiempos modernos. Sabemos que el gobierno cubano trabaja para desarrollar y renovar el socialismo, para superar las dificultades, y sabemos que en Cuba hay escasez pero sobra dignidad, y que la revolución cubana sabrá hacerse respetar.

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