Nº 249 - Editorial y sumario
Es la hora de un nuevo orden internacional multilateral, respetuoso con la soberanía de los pueblos, de seguridad y sostenibilidad universal
En el mes de noviembre tuvieron lugar dos acontecimientos que pueden tener gran incidencia en el proceso de transición que se está produciendo en la actual coyuntura geopolítica.
Uno de ellos, las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos, que ha tenido una gran repercusión mediática y una conflictiva resolución interna, de manera que en el momento de escribir este editorial todavía no están reconocidos los resultados por el candidato derrotado, Donald Trump. En otro plano, el otro acontecimiento, que ha tenido una menor difusión pública, ha sido la reunión del Comité Central del PC de China, que ha celebrado su sesión plenaria más importante de los últimos años y que, por las cuestiones aprobadas y el papel que este país juega en el concierto internacional y en los cambios que están operando en él, puede tener una importante repercusión.
Al mismo tiempo, en Europa se están debatiendo las medidas a tomar para ayudar a los Estados miembros en la resolución de las consecuencias que está generando la paralización de la actividad provocada por la pandemia, a la vez que en España se están tramitando unos PGE que están suscitando un importante debate, tanto en lo referente a su contenido social como al reforzamiento de las alianzas que sostienen al Gobierno en torno al acuerdo de investidura.
En este contexto, este número de Nuestra Bandera analiza la situación que se abre en el mundo tras la derrota de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, en el sentido de que puede impulsar una nueva etapa en el proceso de transformaciones que se están produciendo en el orden internacional; a la vez, introduce la situación de un continente olvidado, África, primero esquilmado por el colonialismo y después por las políticas neoliberales y belicistas del imperialismo, y que aspira a un desarrollo soberano, justo y sostenible
En este momento la derrota de Trump tiene que recibirse con cierto alivio, porque su continuidad al frente de la presidencia de Estados Unidos situaba a la humanidad al borde del abismo. Pero la nueva administración no garantiza un cambio de rumbo radical: es evidente que Biden es un representante destacado del stablishment norteamericano, aunque hay que reconocer la perspectiva de transformación de la juventud progresista en Estados Unidos, cuyo mayor peso se muestra en varios de los diputados demócratas elegidos, así como en la vicepresidenta Kamala Harris. Es cierto que puede darse un cierto relajamiento internacional y que Estados Unidos puede reincorporarse a algunas de las instituciones que abandonó, pero la trayectoria de Biden hace prever consecuencias limitadas en su política exterior, especialmente frente a la agresiva orientación de los últimos años hacia China y Rusia, diseñada por el Pentágono y el Departamento de Estado. Internamente, más allá de algún gesto en política fiscal hacia el voto progresista que le ha sustentado, no es previsible el abandono de la ortodoxia neoliberal, que es la que practicó Biden como vicepresidente con Obama y que tantos estragos ha causado entre los trabajadores y la población más desfavorecida.
En todo caso queda la esperanza de ver cómo evoluciona la izquierda social y política de Estados Unidos, que se ha desplegado en las luchas sociales que han movilizado a miles de personas contra las políticas antisociales y supremacistas de Trump, y que estuvo representada por Bernie Sanders, consiguiendo cierta representación en el Senado y en la Cámara de Representantes.
En la referencia a la reunión que ha celebrado el Comité Central del PC de China, su importancia en relación con la coyuntura internacional está relacionada con el debate y aprobación de las líneas maestras de la política que se desarrollarán en los próximos años, con el 14.o Plan Quinquenal que, sin hablar de frenar las inversiones en el exterior, acuerda dar prioridades a las medidas de activación del mercado interior. Igualmente, se acuerdan las perspectivas sociales, económicas e institucionales sobre las que construir la China del año 2035, con el objetivo de erradicar plenamente la pobreza y alcanzar un nivel de vida modestamente acomodado para todo el pueblo chino, mejorando además el impacto medioambiental con la reducción de emisiones de CO₂. Cuestiones todas ellas que, como decía, tendrán una gran importancia en la configuración de un nuevo orden internacional en el que China habrá alcanzado un importante protagonismo.
Este alivio temporal que supone la derrota de Trump debería ser la oportunidad para establecer las bases de un nuevo orden internacional, reforzando el papel de la ONU como garantía de la seguridad internacional con un Consejo de Seguridad más activo en defensa de la paz y de las soluciones negociadas de las tensiones internacionales. Una Unión Europea más integrada debería apostar por las políticas de paz y seguridad en el marco de la ONU desvinculándose de la OTAN.
La situación de emergencia sanitaria y crisis económica nos plantea toda clase de desafíos, y para afrontarlos se necesitan espacios comunes, porque cada vez es más evidente que lo que comenzó como una crisis de salud ahora se ha convertido en una recesión económica mundial que necesita ser afrontada desde la máxima cooperación entre todos los Estados del planeta. Para ello, hay que tomar conciencia de la necesidad un nuevo concepto de orden internacional que parta de un proyecto compartido para toda la humanidad, sobre la base de un modelo de relaciones respetuoso con la soberanía de los pueblos y de seguridad universal desde la paz, el desarme, la justicia social y la sostenibilidad del planeta, y que conforme un mundo sin pobreza ni hambre articulando sociedades abiertas e inclusivas. La estrategia internacional de vencer a la pandemia de la covid-19, ahora que ha llegado el momento de aplicar las vacunas, debería asumir el convencimiento político, económico, social y medioambiental de que, si no incluye a toda la humanidad, habremos fracasado.
En el marco europeo, la crisis ha puesto en evidencia la necesidad de plantearse un nuevo modelo de integración regional que rompa con una Unión Europea que ha demostrado su incapacidad para responder adecuadamente a los retos que se presentaban en este siglo XXIy que han sido acelerados por la pandemia. La Unión Europea tiene ante sí dos caminos: seguir por la senda neoliberal o cambiar el rumbo hacia políticas sociales, justas y sostenibles. Imponer un mercado único sin una unificación fiscal implica renunciar al desarrollo y equiparación de muchos países europeos con las regiones más prósperas del continente. Se necesita una fiscalidad común y progresiva para abordar los gravísimos problemas sociales que esta crisis ha destapado en el ámbito de la sanidad, la enseñanza, los servicios públicos o las pensiones y viviendas, al igual que una reducción de gastos en armamento, subvenciones millonarias a empresas o privilegios.
Poner en marcha estas medidas es impensable con la actual Comisión Europea, y más cuando —al cierre de este editorial— no está siendo capaz de frenar la presión de los Estados del este europeo, con Gobiernos más autoritarios que amenazan con el bloqueo de los fondos consignados —y condicionados en su finalidad hacia objetivos sociales— para los países que más están sufriendo las consecuencias sanitarias y económicas provocadas por la covid-19. Se han visto las consecuencias adversas de seguir con el modelo de gestión de la Unión Europea intergubernamental en la amenaza del veto continuo, sin atreverse a pasar a otro modelo cuasi federal con capacidad para las propuestas de nivelación financiera, social, medioambiental y económica. Las tendencias nacionalistas y disgregadoras en la Unión Europea tipo Brexit tienen mucho que ver con ello. Otra consecuencia de este impasse es la pérdida de influencia en el tablero internacional. Por ello, necesitamos avanzar hacia otro modelo de integración europeo que abarque también a más países, en cuyo marco y políticas pueda plantearse otro futuro de bienestar y sostenibilidad.
Finalmente, nos encontramos con una situación en España que, como analizamos en este número, pone de manifiesto las consecuencias de las políticas neoliberales al situarnos como un Estado dependiente, tanto en lo económico como en las relaciones internacionales, de manera que empeoran de forma significativa los efectos de la pandemia, tanto en lo sanitario como en lo económico.
En este momento, cuando se agrava la crisis de régimen con una monarquía cada vez más debilitada por las acusaciones de corrupción y una derecha cada vez más extrema alentando la confrontación social violenta, es imprescindible construir una gran alianza política y social que dé respuesta a las necesidades que hoy tiene la gran mayoría de la ciudadanía. Una sociedad acosada por la crisis provocada por la covid-19 exige, por una parte, respuestas inmediatas que permitan desarrollar un escudo social que concrete el compromiso del Gobierno de no dejar a ninguna persona atrás, y, por otra, plantear los cambios estructurales que se necesitan para poner en marcha un proyecto de nuevo país, una alternativa socialmente avanzada y sostenible con características económicas e institucionales que permitan el pleno ejercicio de la soberanía popular.
Con todos estos elementos para el debate esperamos que este número de Nuestra Bandera sea útil para situar y acercar las propuestas de la izquierda en torno a la nueva sociedad que nuestro entorno y el orden mundial nos están exigiendo.
Se abre la sección POLÍTICA con el artículo de Enrique Santiago, secretario general del PCE, «Coyuntura y perspectivas para el año 2021», donde desgrana los grandes retos que deben abordarse en este período en el ámbito institucional y político, reconociendo la gravedad de la crisis derivada del impacto de la pandemia desde el compromiso de una doble actuación, mediante Gobierno y movilizaciones, que deberá seguir impulsando el escudo social y medidas transformadoras, todo ello en el marco del centenario del Partido Comunista de España.
En el artículo «La derrota de Trump es una victoria para la democracia, Biden no supone ninguna esperanza», Manu Pineda califica la derrota de Trump como el triunfo de la democracia y los derechos humanos. Solo desde el rechazo a Trump y el plebiscito que se estableció entre Trump y Biden se entiende el triunfo de este último, que ha conseguido activar y aglutinar el voto de descontento social contra el magnate autoritario a la vez que ocultar la trayectoria belicista y neoliberal del nuevo presidente, que se puso de manifiesto durante la presidencia de Obama, en la que fue vicepresidente.
Higinio Polo, en «El mundo que llega», expone que, ante un mundo que ya no está dominado en exclusiva por Estados Unidos y asolado el planeta por las consecuencias de la covid-19, la única propuesta global para el futuro llega desde China: cooperación para asegurar la paz, la salud y los derechos de toda la humanidad.
El artículo de Mark Aguirre, «¿Se han perdido cuarenta años de desarrollo en África por el neoliberalismo?», es una dramática exposición de las demoledoras consecuencias que la aplicación manu militari del neoliberalismo en su propio y exclusivo beneficio ha acarreado a todo el continente africano. Ese empobrecimiento, en medio de la riqueza de sus recursos naturales, explica una de las consecuencias más sentidas por la Unión Europea: la avalancha migratoria imparable y creciente. Con datos de tres escenarios concretos que rodean el continente —la zona del Sahel, el cono sur africano y el Cuerno de África—, Mark Aguirre ofrece un espectáculo realmente terrible que invitamos a leer.
«África en el sistema de la Posguerra Fría o la apuesta por el afrocentrismo», de Mbuyi Kabunda Badi, valora las independencias africanas de los años 1960-2020 como más ficticias que reales. Expone la triple dominación de la que son víctimas los pueblos africanos en la actualidad: el neocolonialismo, el colonialismo interno y el neoliberalismo, y plantea la necesidad imperiosa de una segunda descolonización a favor del afrocentrismo (made in Africa and for Africa), sustituyendo los dirigentes off shore neoliberales por los dirigentes on shore, neopanafricanistas.
En el artículo «Importante reunión del CC del PC de China que estudia cómo afrontar el mundo tras la pandemia de la covid-19», José L. Centella, presidente del Partido Comunista de España, repasa los principales acuerdos tomados en dicho pleno destacando su apuesta por el desarrollo del mercado interior, que da prioridad al asentamiento rural con el desarrollo de la agricultura. Plantean trabajar por un desarrollo regional equilibrado y respetuoso con el medio ambiente que contemple la disminución de la emisión de carbono, potenciando las posibilidades efectivas de un mercado con características socialistas.
Cristina Simó, en su trabajo «Esclavas en la encrucijada», pretende visibilizar los millones de mujeres y niñas víctimas de trata para explotación sexual que hay en el mundo y poner de relieve la falta de acciones políticas efectivas para su erradicación. En definitiva, dar voz a las supervivientes.
Jesús Gallego, en «El mundo necesita una agenda transformadora», considera que el avance del belicismo, el ecocidio, así como el debilitamiento de la democracia, la paz y la libertad, constituyen los factores que han impulsado la consecución de políticas antisociales en gran parte del planeta, alentado todo ello por el capitalismo. Aun así, valora que, pese a la actitud timorata de los Gobiernos ante las exigencias de la mayoría social, hay espacios de acción inmediata que darían lugar a un avance significativo en el camino a un mundo mejor. El artículo repasa la situación global y ofrece alguna clave de acción directa para el cambio.
Se cierra la sección con un artículo de Cristina Faciaben, «Una mirada sindical a la situación política mundial», donde analiza, a partir del estallido de la covid-19 y el modo como se ha abordado, la situación política de partida en el mundo y cómo asumir el reto del imprescindible cambio de modelo social y económico.
Nuestra Bandera ha querido expresar su reconocimiento a dos secretarios generales que hace pocos meses nos dejaron. Primero fue Julio Anguita, en el mes de mayo pasado, y dos meses más tarde Paco Frutos. Hemos querido dedicarles un espacio en este número bajo el título «Memoria del PCE: construyendo Partido en democracia», donde reconocemos su entrega y compromiso con la causa de la clase trabajadora, el socialismo y el comunismo y, en este sentido, el impulso que dieron al propio partido.
Contamos para ello con el trabajo de José Sarrión Andaluz «La unidad en lo concreto: el pensamiento y la praxis de Julio Anguita», donde afronta la difícil tarea de resumir en unas pocas páginas la vida y aportación política de nuestro ex secretario general Julio Anguita. Lo hace desde la triple condición de militante, estudioso y amigo de Julio, lo que le permite desarrollar un retrato político, analítico y personal, desde el reconocimiento a su entrega y aportación a la lucha política, a partir de sus responsabilidades en el PCE y la coordinación de IU.
En relación a Julio, reproducimos e invitamos a leer su «Intervención en el Congreso de los Diputados, en el debate de ratificación por España del Tratado de Maastricht, firmado el 7 de febrero de 1992», una brillantísima y acertada exposición de las razones por las que Izquierda Unida no apoyó dicha ratificación en aras a la naturaleza del Tratado de la Unión Europea que, adelantándose en el tiempo a las consecuencias del mismo, indicaba: «Pone en marcha un concepto de convergencia profundamente desnaturalizado que ahondará aún más los desequilibrios sociales y territoriales».
A su lado, el artículo «Paco Frutos. La defensa de los intereses de clase», de Pedro Marset, expresa nuestro reconocimiento hacia la trayectoria de Francisco Frutos en todo su largo y fecundo compromiso con el PSUC, primero, y con el PCE el resto de su vida. La experiencia adquirida en la importante lucha obrera catalana fue la razón para que Gerardo Iglesias le llamase a Madrid para inyectar energía a un PCE debilitado tras las elecciones de 1982. La larga andadura con Julio Anguita como líder de IU y él como secretario general del PCE permitió una defensa de los ideales comunistas en momentos difíciles. Fueron sus objetivos la defensa de la paz como ámbito para el avance de las ideas revolucionarias y la incorporación de la juventud a la causa de transformar la realidad en un sentido solidario.
A VUELTAS CON LOS CLÁSICOS cierra el año conmemorativo de Hegel y Engels, tras el dedicado al 150 aniversario de Lenin en el anterior número, con sendos trabajos dedicados respectivamente a cada uno de ellos.
«La teoría del Estado como historia y política. De Hegel a Gramsci», de Lucio Oliver, declara la necesidad de repensar el Estado moderno ante la confluencia de las diversas crisis actuales, su relación con la sociedad civil, su pérdida de hegemonía y el aumento del autoritarismo, elementos esenciales para conformar un programa de emancipación.
Y el trabajo de Manuel Monleón «Federico Engels (1820-1895)», destaca la importancia de la figura de Engels. Su papel en la formación del «marxismo» y en la orientación política del movimiento obrero de inspiración marxista de finales del siglo XIX son fundamentales. La amistad que le unió a Marx y su duradera colaboración hicieron de ambos una pareja indisoluble. Señala que el tamaño histórico de la figura de Marx, quizá, ha podido dejar en ocasiones la de Engels en un segundo plano y, sin embargo, subraya, Engels fue un pensador multifacético y original, además de estratega de la revolución. La contribución de Manuel Monleón en este número resalta las contribuciones originales de Engels al pensamiento marxista, y plantea su valor como clásico para una lectura actual.
La sección AUTORES INVITADOS cuenta con dos interesantes aportaciones. La de José Antonio Cerrillo Vidal, «Immanuel Wallerstein in memoriam (1930-2019). Pensar el capitalismo con grandes estructuras, largas duraciones y sistemas mundiales», y el trabajo de Janine Guespin-Michel y Manuel Monleón, «Lucien Sève (1926-2020), filósofo comunista militante».
El primero, de José A. Cerrillo, constituye una valoración del trabajo de Wallerstein en su esfuerzo por acercarse a una interpretación dinámica del capitalismo, y amplía las fases históricas introduciendo, junto a los componentes económicos, los otros aspectos que le acompañan, transformándose y adaptándose. El esfuerzo por dotar a la explicación marxista de un marco amplio omnicomprensivo le mueve a defenderlo y exponerlo en los escenarios «altermundialistas» surgidos ya en el siglo XXIcon el Foro Social de São Paulo.
La segunda trata sobre la figura de Lucien Sève. La covid-19 se ha llevado en marzo a Lucien Sève, filósofo militante comunista, miembro del CC del PCF durante años, director de Ediciones Sociales y autor de una extensa e importante obra en la que procuró el desarrollo creativo del pensamiento de Marx y batalló por el reconocimiento de su vigencia y utilidad para encarar los desafíos civilizatorios actuales. En castellano es conocido su Marxismo y teoría de la personalidad, pero ningún título de su producción más reciente ha sido aún vertido a alguna de nuestras lenguas. En su artículo sobre Sève, Janine Guespin-Michel y Manuel Monleón hacen una semblanza suya y repasan su trayectoria política e intelectual.