En un nuevo gesto de sumisión de la Unión Europea a los dictados de Washington, la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros decidió imponer sanciones a China por las supuestas detenciones masivas en Xinjiang, por su “preocupación por la población uigur” y para “defender los derechos humanos”. La decisión, en “perfecta coordinación” con Washington y Londres, según las palabras del Alto Representante Josep Borrell, muestra, por un lado, el vergonzoso acatamiento de la Unión Europea a las decisiones de Estados Unidos en su empeño por acosar a Pekín con la fantasiosa mentira del “genocidio” uigur. Por otro, la insistencia de la Unión en trabajar en dirección contraria a los intereses europeos, empeorando las relaciones con China sin contribuir a la distensión y la necesaria colaboración internacional.
Esas sanciones a China son una provocación, y un agasajo europeo ante la llegada a Bruselas del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken: cita donde Estados Unidos pretende coordinar con la OTAN y la Unión Europea la aplicación del plan contra China sugerido por el nuevo gobierno Biden. La peligrosa deriva del gobierno de Trump en sus acusaciones contra Pekín, llenas de veneno y mentiras, parece continuar con el gabinete Biden: la agresiva diatriba de Blinken en la reunión de Alaska con la delegación diplomática china no ha hecho sino agravar las tensiones internacionales, en una innecesaria operación a la que ahora se suma la Unión Europea con las sanciones contra China.
La misma reunión de ministros europeos que ha sancionado a Pekín, tendía la mano a Ankara. Mientras la Unión mercadea con Turquía en el drama de los refugiados de guerras instigadas por Estados Unidos con apoyo europeo, como en Siria o Libia, mientras olvida la terrible situación causada por la guerra en Yemen, el drama de los refugiados que surcan el Mediterráneo e ignora las violaciones de derechos humanos en su propio territorio, finge desconocer las consecuencias de la política exterior norteamericana de los últimos años que ha causado muerte y destrucción por doquier, en Oriente Medio y en el norte de África.
Los constantes ataques a China en el Parlamento europeo y en los organismos de la Unión, las injerencias en su soberanía, el acoso político y los reiterados e inamistosos gestos hacia Pekín, son la expresión de una equivocada y dañina diplomacia. Si en algo destaca la Unión es por la ausencia de una política exterior autónoma: es una evidencia que cede siempre a las decisiones y exigencias de Estados Unidos. Cuando el Departamento de Estado norteamericano apoya un golpe de Estado en Ucrania o en Bolivia, agrede a Palestina o señala a Cuba, Venezuela o China, la aplicada diplomacia europea sigue siempre sus instrucciones, cuando es obvio que la Unión Europea necesita trabajar por un nuevo marco de distensión y colaboración internacional, y tender la mano a China para aumentar la cooperación económica, política y ecológica.
El Partido Comunista de España ha denunciado desde hace meses el recurso de la Unión Europea a cualquier pretexto para justificar la agresividad hacia China, fueran los disturbios en Hong Kong, las mentiras estadounidenses sobre Xinjiang o la “defensa de los derechos humanos”. El Partido Comunista de España estima que la población europea no puede ignorar esos deliberados gestos inamistosos hacia China, y llama a la Unión a impulsar una política exterior propia y autónoma que no ceda ante Estados Unidos, y al Alto Representante a trabajar por la distensión internacional, la amistad y la colaboración entre los pueblos.