Cuarenta y cinco días después de la irrupción de una guerra generalizada en Ucrania que nunca habría debido comenzar, el mundo continúa padeciendo el riesgo de su extensión en un clima exacerbado de confrontación, belicismo y sanciones, al que España se ha visto vinculada de forma indeseable y con consecuencias muy perjudiciales. Una vinculación obviamente asociada a su pertenencia a la OTAN y a la Unión Europea.
En efecto, la obstinación de mantener el mundo unipolar caracterizado por el hegemonismo de los EEUU y sus aliados de la UE, Japón, Reino Unido, Australia, frente al desarrollo de un Orden Internacional Multipolar, hizo añicos cualquier ilusión de superar la vieja guerra fría, tras el colapso del campo socialista europeo. Los EEUU, como centro del imperialismo mundial, no se resignan a ver mermado su dominio, que va resquebrajándose con el rápido surgimiento, en lo que estaba destinado a ser periferia sumisa, de fenómenos que van desde el desarrollo económico, independencia política y capacidad defensiva de los llamados BRICS (especialmente, China y Rusia, con todas sus diferencias) hasta la rebeldía de los pueblos en el “patio trasero” de América Latina y el Caribe.
Ello motivó la calculada y continua extensión de la OTAN, de cuya trayectoria como bloque agresivo quedan huellas tan inolvidables como las de la aniquilada Yugoslavia, Irak, Afganistán o las de Libia, para rodear, esta vez, a Rusia, mientras se sigue provocando a China activando la tensión en Taiwán, instalando un ingente despliegue ofensivo, incluido el nuclear, en sus mismas fronteras. Dentro de ese plan, Ucrania, por su tamaño, sus recursos naturales y su ubicación geográfica, venía a jugar un papel singularmente destacado, lo que originó la hoy demostrada implicación del Departamento de Estado norteamericano, de la CIA y otros servicios occidentales en las revueltas del Euromaidán en 2014, que derivan en un golpe de Estado, en la aparición de grupos paramilitares y neonazis y en el desencadenamiento de una guerra civil, incluyendo la persecución racista de las minorías étnicas, particularmente la rusa que, atrincherada en parte del Dombass, se organiza en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Por su parte, la población rusa, mayoritaria en Crimea, aprueba su reincorporación a la Federación Rusa. Desde entonces, a lo largo de ocho años, no se detuvo una guerra de permanente hostigamiento del régimen ucraniano surgido del Maidán contra las poblaciones de Donetsk y Lugansk con el resultado de no menos de 14000 muertes, muchas de ellas pertenecientes a la población civil. Y es en ese marco histórico como el régimen ucraniano, alentado por los EEUU, no sólo persiste en el incumplimiento y boicot a los Acuerdos de Minsk, destinados a dar una solución pacífica al conflicto, sino que prepara ya su ingreso en la OTAN e incluso llega a plantear, por boca del presidente Zelenski, su acceso al arma nuclear. A lo largo de los meses de enero y febrero las propuestas rusas de retomar los acuerdos de Minsk, garantizar la neutralidad de Ucrania y su renuncia a entrar en la OTAN son rechazadas por los gobiernos de Ucrania y de los EEUU que continúan enviando armamento y asesores, al tiempo que la OTAN despliega más fuerzas militares, incluidas las españolas, en países de la zona.
Estos fueron los acontecimientos que precipitaron el reconocimiento de las Repúblicas de Lugansk y Donetsk por Rusia el 21 de febrero y la posterior intervención de Rusia en Ucrania del día 24, sobre la que el PCE manifestó su inmediata condena. Ese rechazo del PCE a la ofensiva militar rusa, por lo que tiene de generalización de la guerra a todo el país, de peligro de su extensión potencialmente catastrófica, de cuanto afecta al cumplimiento Derecho Internacional, y, sobre todo, a la vida y seguridad de lo pueblos, es consecuente con nuestra desaprobación general del recurso a la guerra como instrumento político.
Pero, en este caso, obedece además a la constatación de que la ofensiva llevada a cabo por Rusia en territorio ucraniano viene a dar un balón de oxígeno a una OTAN cuestionada, que enfrentaba no pocos problemas, y opera como catalizador de la dependencia de la UE con respecto a EEUU, dificultando de paso su prometedora apertura hacia China.
Dicho esto, conviene dejar claro que la posición del PCE no puede ser reducida ni puede ser incluida en absoluto dentro del monocorde estruendo que airean las empresas de comunicación del sistema, orquestado además desde el cinismo, el doble rasero y las más burdas falsedades para justificar la marea belicista, prolongar la guerra, desatar el odio irracional contra todo lo ruso, legitimar la OTAN e inclinar a Europa y a nuestro país hacia la más completa dependencia con respecto a los EEUU.
En ese sentido, el PCE denuncia la censura de opiniones en las redes sociales y el “apagón” en el Estado español de aquellos medios de comunicación que no funcionan como altavoces de la versión unilateral de la OTAN acerca del desarrollo de la guerra y sus repercusiones. Denuncia la oleada de rusofobia que se trata de extender por toda España, mezclada, a veces, con absurdas vinculaciones de anticomunismo, y que está provocando discriminación hacia ciudadanos rusos, por ejemplo, de estudiantes en nuestras universidades.
Todo ello está tratando de generar además un pensamiento único fuera de toda racionalidad y un clima macartista destinado a promover la resignación ante medidas sociales regresivas o recortes de libertades y la legitimación del militarismo, del lenguaje y el relato difundidos por la OTAN y de la propia OTAN como organización. En ese sentido el encarcelamiento en Polonia del periodista español Pablo González, acusado de espionaje, representa una muestra de la persecución y caza de brujas que se está instalando en la UE, frente a la que el PCE eleva su rotunda protesta, exigiendo su inmediata liberación por el Gobierno de Polonia, al tiempo que pedimos que la implicación del Gobierno de España en su liberación.
El PCE, al tiempo que expresa su enérgica repulsa ante la propaganda de guerra descrita y la manipulación de la opinión pública, manifiesta especialmente su oposición firme y activa, tanto en la calle como en las instituciones, al envío de armas a Ucrania, bien directamente por parte de España, o bien desde el marco de la UE, envío que, en sí mismo, supone un acto de guerra y que además está sirviendo para dotar de capacidad letal a los grupos criminales de ideología nazi que operan bajo los auspicios del Estado fallido en que ha ido convirtiéndose Ucrania, practicando torturas, linchamientos y asesinatos.
El PCE se opone igualmente a las sanciones económicas decididas por EEUU y la UE que, si acaso, sólo provocan perjuicios para la población civil rusa y, desde luego, ya están produciendo un efecto rebote en la española. El PCE rechazará social e institucionalmente cualquier presupuesto de guerra, lo que implica no apoyar el incremento de los gastos en Defensa, ya anunciados en la línea de satisfacer las exigencias de los EEUU y la OTAN.
Nuestro partido se opondrá a que los costes de la guerra sean soportados, como resultado de una inflación no compensada y a base de congelaciones salariales y de recortes en las prestaciones sociales, por la clase trabajadora y las capas populares de este país, de la misma manera que nos opondremos y nos movilizaremos en contra de la subida del 2% del PIB para gastos militares.
Por lo demás, el PCE se ve en la necesidad de denunciar la hipocresía de posiciones, supuestamente humanitarias, manifestadas tanto en España como en la UE, como cuando Borrell hablaba de “no cambiar gas ruso por derechos humanos”, mientras que con respecto a guerras como las de Yemen, a prácticas criminales como las de Israel en Palestina, a regímenes autocráticos como los de Arabia, Túnez o Egipto o a propósitos descarados de entrega como la del Sáhara a la satrapía marroquí, se mira hacia otro lado o abiertamente se protagonizan actuaciones contrarias a los derechos humanos, al Derecho Internacional y a los acuerdos de NNUU.
Un doble rasero apreciable también en el tratamiento de quienes buscan refugio, en dependencia de su origen, su raza, sus convicciones políticas o religiosas, y de los intereses del Poder, de modo que las facilidades ofrecidas hoy a las personas procedentes de Ucrania contrastan con las restricciones y el rechazo a otras migraciones y demandantes de asilo en busca de cobijo, que siguen ocasionando muertes y situaciones dramáticas a diario.
Por todo ello el PCE se reafirma, aun con más fuerza hoy, en propugnar una solución negociada al conflicto de Ucrania que conduzca a la paz y promueva acuerdos de desarme, desmilitarización y seguridad compartida en el espíritu de la carta de NNUU, el Acta final de Helsinki y la Carta de París. Se reafirma en la búsqueda de una Europa de paz, cooperación entre pueblos, democracia y progreso, con tolerancia cero frente a cualquier repunte de organizaciones nazis o fascistas.
En el ámbito interior, el PCE llama a la movilización contra la guerra y por la paz, a perseverar en la lucha contra la pertenencia a la OTAN y por su disolución, así como por la desaparición de las bases militares en nuestro territorio. La construcción en el Estado español de un fuerte y plural movimiento por la paz, capaz de coordinarse internacionalmente, y la tarea inmediata de promover una Cumbre por la Paz que confronte con la Cumbre que la OTAN celebrara en junio en Madrid con la más amplia participación, constituyen retos fundamentales para la siempre viva vocación internacionalista del Partido Comunista de España.