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El pensamiento de Manuel Sacristán ante el auge del fascismo y el militarismo en la actualidad
La barbarie fascista desatada en Torre Pacheco no es un hecho aislado ni una cuestión de unos cuantos exaltados: es la concreción práctica de cómo actúa el fascismo en su papel de fabricar falsos enemigos que distraigan al pueblo de los verdaderos responsables de sus problemas.

La hegemonía ideológica que está alcanzando el fascismo en sectores de la población se expresa tanto en las manifestaciones de violencia —como las vividas en Torre Pacheco— como en su avance electoral.

Corresponde, por tanto, situar la batalla en la disputa de la hegemonía ideológica al fascismo, para lo que es obligado ir al encuentro de nuestros clásicos. Y aquí la referencia a Sacristán es obligada en la medida que es una fuente de reflexión y análisis imprescindible para entender las contradicciones que atraviesan el capitalismo contemporáneo, la crisis de las democracias liberales y el resurgimiento de tendencias fascistas y militaristas.

Desde su obra y también desde su militancia práctica, Sacristán ofreció una interpretación del marxismo combinando la crítica filosófica con un enfoque político concreto, que puede ayudarnos a comprender y cuestionar las dinámicas que hoy en día vivimos, donde el ascenso del fascismo y el aumento del gasto militar se presentan como características de un modelo de pensamiento al que hay que combatir. Precisamente, una de las grandes preocupaciones del Sacristán maduro fue el riesgo derivado de la militarización, en especial con carácter nuclear. En este sentido, el estudio de Sacristán nos permite analizar cómo las estructuras capitalistas siguen adaptando sus mecanismos de dominación, adoptando las formas que más útiles le son en cada momento histórico, como estamos observando en la actualidad.

Sacristán, autor fundamental en la introducción de Gramsci en el mundo hispanohablante y claramente influido por este en sus análisis, entendió que el capitalismo se sostiene sobre una base económica, pero también ejerce su dominio desde un entramado político e ideológico que legitima su reproducción.

El auge del fascismo en tiempos contemporáneos debe ser comprendido como una respuesta de la clase dominante frente a las crisis estructurales del capitalismo que no es capaz de resolver.

En este sentido, el fascismo no es un fenómeno ajeno al capitalismo, sino resultado de sus propias contradicciones. Cuando el sistema capitalista entra en crisis y la democracia liberal le viene grande, el bloque dominante recurre a formas de autoritarismo para mantener su dominio económico y social.

Esta tendencia, que Sacristán ya observaba en sus escritos sobre la política y la ideología, se expresa hoy en el creciente ascenso de movimientos de extrema derecha que utilizan el miedo, el racismo, el nacionalismo y la violencia como herramientas para consolidar el control social y político.

En este sentido comprobamos como los Gobiernos de Trump en EE.UU., Milei en Argentina y Orbán en Hungría desarrollan una política basada en la persecución de los derechos humanos, el debilitamiento de las instituciones democráticas y un ataque al feminismo en la medida que este impugna los cimientos de la forma de vida capitalista. En relación con este último asunto, conviene recordar la importancia que el feminismo tuvo para Sacristán, indudablemente influido por su compañera Giulia Adinolfi, al igual que por el ecologismo y el movimiento por la paz. Cabe destacar que la revista mientras tanto, fundada por ambos en 1979, utilizaba una simbólica alternancia de colores en sus portadas: rojo (movimiento obrero), verde (ecologismo), violeta (feminismo) y blanco (movimiento por la paz).

Al mismo tiempo, se observa un resurgimiento de discursos que legitiman el fascismo como una forma de «restaurar el orden», frente a una supuesta invasión exterior que se presenta como una amenaza para la tranquilidad de la mayoría social a la que se pretende colonizar ideológicamente.

Este proceso muestra que el capitalismo siempre tiene la capacidad de transformar sus propias crisis en un mecanismo de reorganización política y económica, utilizando los regímenes autoritarios como herramienta de contención.

De la misma forma que el racismo y la xenofobia son instrumentos del fascismo para desviar a parte importante de la clase trabajadora y las capas populares del verdadero origen de sus problemas, el auge del militarismo sustentado en un aumento del gasto militar es otra de las cuestiones que pueden identificar cómo se manifiesta la crisis estructural del capitalismo contemporáneo.

En este caso también se puede referir cómo Sacristán, en su concepción —de raíz gramsciana— del Estado y la política, nos enseña que el aparato estatal en las sociedades capitalistas no es neutral, como defendían los teóricos socialdemócratas de la II Internacional, sino que tiene un carácter declase, que responde a los intereses de la clase dominante, que busca preservar su poder y sus privilegios.

De esta manera, el militarismo no solo se articula como una respuesta a las tensiones internas derivadas de las crisis económicas, sino que también juega un papel central en las relaciones de dominio internacional. El complejo militar-industrial está íntimamente vinculado a los intereses económicos de las grandes corporaciones industriales, que encuentran en el gasto militar una forma de asegurar su rentabilidad.

En tiempos de crisis, las grandes potencias recurren al militarismo como una forma de reforzar su hegemonía, tanto a nivel interno como en el plano internacional, perpetuando el ciclo de violencia y explotación.

En el contexto actual, el aumento del gasto militar se ha convertido en una prioridad para muchos gobiernos que, en nombre de la «seguridad», justifican la escalada de armamento y el despliegue de fuerzas militares en distintas partes del mundo.

Este proceso, lejos de ser una medida para garantizar la paz, se ha transformado en un mecanismo para intensificar la dominación global, asegurando la estabilidad del sistema capitalista mediante la violencia estructural.

Sacristán ya había señalado cómo el gasto militar y la expansión de los aparatos represivos se insertan en un sistema que no busca la solución de los problemas sociales, sino su perpetuación a través de la fuerza.

Desde esta reflexión encontramos que un aspecto central en la obra de Sacristán es su análisis sobre la relación entre la democracia y el militarismo. A pesar de que las democracias liberales se presentan como un sistema político que garantiza los derechos civiles y la participación política, Sacristán sostenía que este sistema es, en última instancia, un reflejo del dominio de las clases dominantes, las cuales, al encontrar que sus intereses económicos están amenazados, recurren al autoritarismo y al militarismo para preservar su control.

Los recursos que se destinan al gasto militar no son una casualidad, sino una manifestación de cómo las democracias liberales son incapaces de resolver las necesidades reales de la población, ya que su función última es garantizar el mantenimiento del orden social que favorece a las élites.

El autoritarismo y el fascismo surgen, como una forma de intensificar el control sobre los sectores populares, para preservar el statu quo capitalista. El fascismo se presenta una vez más, no solo como una ideología extremista, sino como una respuesta desesperada a las tensiones que surgen cuando las contradicciones del capitalismo se hacen insostenibles.

Desde esta reflexión en la que se plantea la necesidad de dar la batalla ideológica frente al fascismo, hay que dejar claro que las ideas que no se organizan, por muy acertadas que sean, no sirven para nada. Por ello hay que tener muy claro que las reflexiones teóricas no se pueden quedar en la academia, sino que se tienen que plasmar en acciones políticas concretas; por ello frente al fracaso del neoliberalismo y al auge del fascismo, la alternativa no puede ser la reforma del sistema vigente, sino la creación de un nuevo esquema social, económico e institucional que solo puede venir de la mano de un proceso constituyente que cambie las estructuras sociales y políticas. Por ello, a pesar de que la correlación de fuerzas no sea favorable, la izquierda marxista no puede abandonar la defensa de una ruptura democrática mediante un proceso constituyente.

Aquí también nos encontramos con Sacristán, cuando planteaba la necesidad de la construcción de una alternativa socialista que no se quedara en las promesas de una reforma de la democracia liberal, sino que impulsara una verdadera democracia participativa y con un papel protagónico del pueblo.Un rasgo constante en Sacristán es precisamente su oposición a cualquier tentativa socialdemócrata o de derechización del movimiento comunista: la alternativa es revolucionaria y el sujeto político es —al menos así lo manifiesta en sus textos— la clase obrera.

En la medida que la situación en España nos está demostrando que tener el gobierno no es igual que tener el poder —que sigue estando en manos del bloque capitalista dominante y sus tentáculos en la justicia, la economía o los instrumentos mediáticos—, para poder afrontar políticas sociales avanzadas es necesario un cambio en las relaciones de poder para que el gobierno, como expresión de la mayoría social, pueda controlar realmente el aparato del Estado y así garantizar que la política se ponga al servicio de las mayorías y no de las clases dominantes.

Por otro lado, como recuerdan varios de los autores de este monográfico, vivimos inmersos en una catástrofe ecológica civilizatoria, una policrisis ecosocial que amenaza las condiciones materiales de vida en el planeta. El colapso climático (con 70% de probabilidad de superar el umbral de los 1,5 °C en el corto plazo), la pérdida acelerada de biodiversidad y la toxificación de la biosfera configuran un escenario límite. Ejemplos como los microplásticos en el cerebro humano o el mercurio en la cadena alimentaria muestran cómo la degradación ambiental penetra nuestros cuerpos. Ante esto, cualquier salida viable exige una ruptura revolucionaria con el capitalismo fósil y extractivista, no meros reformismos. Solo una transformación radical, como la vislumbrada desde el ecosocialismo crítico, puede abrir horizontes de esperanza.

Paralelamente, asciende un nuevo poder hegemónico ejercido por gigantes tecnológicos (Amazon, Meta, Microsoft) que controlan mercados, flujos de información y atención, consolidando una oligarquía digital alimentada por recursos energéticos desproporcionados. La inteligencia artificial se convierte así en instrumento de vigilancia y manipulación política, no de emancipación.

Esta doble colonización —biológica y simbólica— confirma que el conflicto fundamental es político: quién controla el conocimiento, la energía y la vida. Las concepciones autocríticas de la ciencia desarrolladas por Sacristán son hoy más relevantes que nunca.

En consecuencia con esta necesidad de dotarnos de instrumentos teóricos desde los que sustentar nuestras propuestas políticas, este número de Nuestra Bandera, que va al encuentro de Manuel Sacristán para acercarnos a su evolución intelectual e ideológica, sus investigaciones y avances en el conocimiento de la realidad del sistema capitalista en nuestra época, pretende también dar algunas claves para comprender cómo el bloque dominante puede reaccionar ante las tensiones sociales que no es capaz de controlar recurriendo al fascismo y al militarismo como herramientas de control, haciendo que la disyuntiva que nos planteaba Rosa Luxemburgo entre socialismo y barbarie esté más viva que nunca.

 

NOTA DE LA REDACCIÓN DE NUESTRA BANDERA

Nuestra Bandera pide disculpas a nuestras lectoras y lectores y, especialmente, al profesor Francisco J. Martínez, catedrático emérito de la UNED y colaborador habitual de NB, por el error cometido en el anterior número de la revista al citarle con nombre equivocado en las

distintas referencias que hacemos de él como autor del homenaje a Carlos París en la sección A Vueltas con los Clásicos. Entendemos que este hecho nos obliga a revisar nuestra exigencia en el trabajo correcto, además de corregir el formato pdf de Nuestra Bandera, ya efectuado. Y nuevamente pedir disculpas por este error inexcusable por nuestra parte.

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